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¿Colaboración o intervención?

  • Foto del escritor: Onel Ortíz Fragoso
    Onel Ortíz Fragoso
  • 22 feb
  • 4 Min. de lectura

El reciente informe publicado por The New York Times, The Washington Post y CNN sobre la utilización de drones espía por parte del gobierno de Estados Unidos para vigilar a los cárteles mexicanos ha reavivado una discusión fundamental sobre los límites de la cooperación en seguridad entre ambos países y el respeto a la soberanía de México.

Estos aviones no tripulados, empleados en escenarios de guerra en el Medio Oriente para el monitoreo y ejecución de ataques contra grupos terroristas, están vigilando ahora territorio mexicano con el pretexto de labores de inteligencia.


Donald Trump ha reiterado que el narcotráfico representa una de las mayores amenazas para Estados Unidos, argumentando que los cárteles deben ser tratados como organizaciones terroristas.


En este contexto, el uso de drones se justifica como parte de una estrategia de recopilación de información que, según la administración estadounidense, será compartida con el gobierno de México para operaciones conjuntas.

Pero ¿hasta dónde llegará esta política? ¿Se limitará a la inteligencia o evolucionará hacia acciones directas?


El despliegue de drones vigilando el espacio aéreo de México implica más que una simple estrategia de vigilancia. Se trata de un precedente delicado que puede abrir la puerta a intervenciones unilaterales por parte de Estados Unidos. Si bien la Casa Blanca asegura que su uso es meramente de inteligencia, la historia reciente muestra que estos dispositivos han sido empleados para ataques dirigidos en Medio Oriente, donde la política de “eliminación selectiva” se convirtió en una herramienta de la lucha antiterrorista.


La pregunta es inevitable: ¿podría Estados Unidos justificar ataques con drones contra líderes de los cárteles en México? Aunque este escenario aún parece lejano, la escalada de violencia y la narrativa de la lucha contra el narco como un combate contra el “terrorismo” podrían hacer que Washington empuje los límites.

En 2019, Trump ya amagaba con designar a los cárteles como organizaciones terroristas extranjeras, en 2025, cumplió su promesa y firmó la orden ejecutiva correspondiente, aunque ésta tendrá que ser ratificada por el Congreso.

Según las declaraciones del gobierno estadounidense, la información obtenida con estos drones será compartida con las autoridades mexicanas para realizar operaciones conjuntas.


Sin embargo, la historia de la relación bilateral en materia de seguridad muestra que, en muchos casos, Estados Unidos ha actuado de manera unilateral, con o sin el consentimiento de México.


La operación Rápido y Furioso, en la que el gobierno estadounidense permitió el tráfico ilegal de armas hacia México para rastrear su destino, es un ejemplo claro de las consecuencias de estas estrategias fallidas.

Si bien la colaboración en inteligencia es fundamental para combatir las redes del narcotráfico, también lo es que México mantenga el control sobre las acciones que se implementen en su territorio.


La soberanía nacional no puede quedar subordinada a los intereses de Washington.

Las experiencias de otros países en donde EE.UU., ha intervenido con la excusa del combate al terrorismo muestran que esta política puede llevar a escenarios de desestabilización y mayor violencia.


Antes de recurrir a ataques con drones, una opción que podría tomar fuerza en la estrategia estadounidense es la utilización de contratistas de defensa, es decir, empresas privadas con experiencia en conflictos internacionales, como Blackwater en Irak.


El uso de mercenarios en operativos encubiertos contra cárteles podría aumentar la violencia y el caos en varias regiones de México, sin una verdadera solución de fondo.

Otra posibilidad es el uso de recompensas millonarias para capturar a los principales líderes criminales, estrategia que Washington ya ha implementado en el pasado, con resultados mixtos.


Si bien la captura o eliminación de ciertos capos puede debilitar temporalmente a los grupos criminales, la experiencia ha demostrado que estos suelen regenerarse, fragmentarse y volverse más violentos en el proceso.

México no puede permitir que la narrativa del combate al narcotráfico justifique violaciones a su soberanía.


Si bien la cooperación con Estados Unidos en materia de inteligencia puede ser positiva, esta debe realizarse bajo condiciones claras y con plena supervisión de las autoridades mexicanas, las cuales deben garantizar confiabilidad respecto a la información recibida.


Se dice que hay convenios de colaboración para el intercambio de inteligencia.

Eso está bien.


El gobierno de México debe exigir que cualquier operación realizada con información obtenida a través de drones se lleve a cabo con participación mexicana, evitando que Washington actúe por cuenta propia.


No se puede permitir que el país caiga en una situación similar a la de otros territorios donde Estados Unidos ha intervenido con la excusa de la lucha antiterrorista.

Más allá de la vigilancia aérea y las estrategias militares, la clave para debilitar a los cárteles del narcotráfico está en el desmantelamiento de sus redes de apoyo financiero y político en ambos lados de la frontera.


Bien harían en utilizar sus Drones en su propio territorio para conocer los recorridos finales de la droga.


El narco no solo se nutre de la violencia, sino también de una estructura económica compleja que le permite operar con impunidad.


Es fundamental atacar el lavado de dinero, cerrar las vías de financiamiento y sancionar a los funcionarios corruptos que facilitan sus operaciones.

En este sentido, la inteligencia financiera debería ser una prioridad tanto para México como para Estados Unidos.


El uso de drones espía en México es un tema que debe ser analizado con cautela.

Si bien pueden ser herramientas útiles para la recolección de información, también representan un riesgo para la soberanía del país y pueden abrir la puerta a intervenciones directas de Estados Unidos.


El gobierno mexicano debe dejar en claro los límites de la cooperación en seguridad y evitar que se normalice la presencia de tecnología militar extranjera en su territorio.

La lucha contra el narcotráfico no se puede librar solo con estrategias de inteligencia y ataques quirúrgicos: es necesario un enfoque integral que aborde las raíces del problema, desde la corrupción hasta el financiamiento de los grupos criminales.

De lo contrario, México podría verse atrapado en una nueva forma de intervencionismo, con consecuencias imprevisibles. Eso pienso yo, usted qué opina. La política es de bronce.

*@onelortiz

 
 
 

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