#México y el nuevo PRI
- Efrain Delgadillo
- 2 dic 2024
- 2 Min. de lectura
Así como no hay una sola derecha, no hay una sola izquierda. Se trata de una realidad política, pero también social. No solo existe una izquierda autoritaria y una totalitaria; también existe una liberal y otra libertaria. Cada una urde una identidad diferente, una posición política y existencial distinta, no solo en el concepto, sino en la práctica. Como la derecha, la izquierda constituye un bloque plural, diverso, irreductible a una sola política de gobierno, no se diga a una sola forma de vida. Pero el gobierno de la 4T se esmera en reducir la sociedad a una sola ruta. Pretende borrar la diversidad que define a México porque reclama un acatamiento agradecido, no una crítica corresponsable, una obediencia automática, no una adhesión razonada, un sometimiento servil, no un compromiso libre. Y, para lograrlo, compra la voluntad de la gente. La estrategia funciona gracias a la pobreza y la corrupción que predominan en nuestra sociedad, pero reafirma a Morena como un partido autoritario con vocación totalitaria. Gobernar a México desde el autoritarismo coloca a Morena como la heredera legítima del PRI. Sin pena ni gloria, la 4T pertenece a esa larga tradición mexicana de gobiernos corruptos y autoritarios que han tratado a la sociedad mexicana como si fuera una sociedad de infantes y les ha dado resultado. Como los políticos del PRI, los de Morena hablan en nombre del pueblo para enriquecerse a sí mismos, enriquecer a sus familias y vivir como nuevos nobles en un país de pobres, pero ahora sin miedo al ridículo. Lo han conseguido, resulta irrefutable, pero a costa de traicionar el proceso de transición de México a la democracia. Se trata de un sello que los definirá el resto de sus vidas. Gracias a ellos, México se ha despedido del tránsito a un régimen plural y democrático y ha retomado el régimen autoritario y de partido único. Quien no se percate que huele a podrido, es porque él mismo no huele a rosas.
La izquierda autoritaria con vocación totalitaria niega la pluralidad política y social del país y, al hacerlo, toma el camino que los conducirá a mantener el poder y sus privilegios a través de la represión y la violencia. Morena ha elegido ese camino porque conforma un partido estalinista. Resulta un partido incapaz de abrirse a la democracia y la pluralidad, impermeable al debate, a la crítica y a la libertad. Su vocación autoritaria, puesta en práctica día a día con decisiones que se imponen de arriba a abajo, borra el pensamiento libre y la frescura democrática de su interior y hace imposible cualquier apertura y renovación en sus filas. No obstante, la pluralidad en la sociedad y la izquierda mexicanas persistirá y aun se profundizará. Se trata de una realidad que condena a Morena a repetir la historia del PRI: gobernar México a través del autoritarismo y la corrupción y dejar como herencia un país convulso, violento, corrupto y quebrado. Nada nuevo en la historia de una nación que parece incapaz de gobernarse a sí misma como si fuera mayor de edad -aunque se encuentre llamada a hacerlo, como el resto de las naciones del planeta, claro está.
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