Sicarios en motocicleta: la cara impune del crimen en la capital
- Onel Ortíz Fragoso
- 16 jun
- 2 Min. de lectura
Las cifras oficiales dicen que los homicidios dolosos han disminuido en el país y en la Ciudad de México. Los informes de seguridad repiten que estamos mejor que hace seis años. Pero la realidad es terca, sangrienta y diaria. Aunque los números bajen, el terror no se disipa cuando una ciudad tan densamente vigilada como la capital es escenario, semana tras semana, de asesinatos o intentos de asesinatos cometidos por sicarios en motocicleta. Un patrón que no sólo se repite, sino que se perfecciona en la impunidad.
En octubre de 2024, la abogada Oralia Pérez Garduño fue asesinada a balazos por sujetos en motocicleta. Ese mismo día, también en la capital, Diana Sánchez Barrios fue víctima de un atentado con el mismo modus operandi. El pasado 20 de mayo, Ximena Guzmán y José Muñoz fueron ejecutados por un sicario con casco que los esperó por más de 20 minutos y huyó junto con su complice en una moticicleta. El 13 de junio, en un restaurante de la Colonia Roma, un abogado se salvó de milagro porque el arma del asesino se encasquilló. El sicario, por supuesto, huyó en motocicleta.
Los casos parecen desconectados, no hay móvil común, pero todos comparten dos elementos: el uso de motocicletas como vehículo de huida y la impunidad como constante. Hasta ahora, ni uno solo de estos crímenes ha sido resuelto.
Las motocicletas son el vehículo ideal para estos delitos por su facilidad para evitar el complicado tránsito de la ciudad y uso de casco que impide conocer la identidad de la personas. Lo cual ha provocado una campaña de estigmatización y hostigamiento contra los motociclistas.
Las autoridades capitalinas organizan operativos cada semana para verificar documentos de motociclistas. Policías en retenes detienen al ciudadano común, revisan papeles, hacen como que hacen, y en muchos casos sólo buscan “una cooperación”. El dinero y los recursos se gastan en operativos más cosméticos que preventivos, más útiles para la estadística que para la justicia.
Lo que se necesita es una estrategia integral: tecnología para rastrear motocicletas robadas o utilizadas en delitos, una base de datos interconectada, trabajo de inteligencia que relacione patrones y, sobre todo, voluntad política para que los crímenes no se conviertan en una nota de ocho columnas que se olvida en tres días.
Los homicidios de alto impacto tienen una fuerza simbólica devastadora: minan la percepción de seguridad y exhiben que en la capital del país, frente a cámaras de vigilancia, patrullas y protocolos, alguien puede matar, ponerse el casco, trepar en una moto y desaparecer.
La estadística podrá decir que vamos mejor, pero si la justicia no alcanza a los asesinos en dos ruedas, entonces vamos peor de lo que creemos. Eso pienso yo, usted qué opina. La política es de bronce.
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